viernes, 1 de agosto de 2014

LA COMPRENSIÓN DEL CONTEXTO DEL EMISOR DE UN MENSAJE.

Gracias a César López Hebrero, Analista de ID Inteligencia, por autorizarnos a publicar su artículo en nuestro post de hoy:

A diario el analista se encuentra con multitud de mensajes a examinar; y en tal tarea, no basta con una rápida lectura. 

Comprender el contexto del emisor es clave, lo que supone una tarea que requiere de una capacidad comprensiva global y lo más libre posible de sesgos. 

El emisor forma parte del mensaje. http://www.aurigam.com/pecados_det/4/12/infoxicacion

Pertenecemos a la era de la fluidez y el hibridismo, donde los valores son relativos, móviles y provisionales, donde reina una conectividad general e igualatoria: ya lo indicaba Salvador Pániker 
[http://www.escritores.org/biografias/900-paniker-salvador].

La aldea global [http://www.mutaciones.pe/2010/03/11/la-aldea-global/] se impone y cualquier internauta puede comunicarse con el resto del mundo sin que las diferencias culturales, sociales, étnicas, personales tengan significado.

Y sin embargo….

Para el Analista de Inteligencia esto es más complicado. Cuando se enfrenta a volúmenes inmensos de información, debe ante todo separar el grano de la paja, depurar los contenidos y, en definitiva, con su labor de agregación inteligible y útil, hacer comprensible y coherente una mezcla a veces inextricable del rastro comunicativo de millones de usuarios de la red.

Apreciar el sesgo es el primer paso
Uno de los problemas más delicados es determinar los parámetros interpretativos de manifestaciones formalmente similares que son recogidas por los procesos diseñados para captar nuestro objeto de búsqueda. La cuestión a dilucidar es la de si el contenido veraz de una información es independiente de las características de la fuente (ya lo apunta la hermenéutica en sus planteamientos http://textosfil.blogspot.com.es/2011/01/hermeneutica-en-schleiermacher.html).

Ante esta cuestión, no se trata ya de filtrar las informaciones interesadas y por ello sesgadas, sino de profundizar en la precisa valoración del contenido comunicativo, posiblemente diverso, de expresiones formalmente muy cercanas, pero manifestadas desde realidades absolutamente diferentes.

Las redes sociales cuentan con una tendencia a sintetizar y distorsionar los mensajes de los distintos medios a la hora de transmitirlos. Esto hace que puedan captarse locuciones extraídas de su contexto que se analizan en fusión con otras cuya intención y sentido real de la comunicación difieren sustancialmente. ¿Qué parte de los diálogos que mantienen comunidades culturalmente separadas e incluso socialmente enfrentadas puede entenderse desde un observador externo sin someterlas a una evaluación de detalle donde se puedan reordenar con el sentido preciso en el que han sido formuladas?

En cierto sentido, cuando analizamos esa información ya planetaria, podemos estar cometiendo el mismo desenfoque que apreciaba Wittgenstein en la famosa obra La rama dorada de Frazer, al intentar explicar costumbres de otras sociedades reduciéndolas a lo que resulte plausible a los que piensan como el autor¡qué incapacidad para comprender una vida que no sea la de un inglés de su tiempo![ http://definicion.de/etnocentrismo/]

El universo web complica las reglas tradicionales

Quizá la aldea global no deja de ser una simplificación de un mundo que al tiempo que se globaliza sufre un proceso llamativo de tribalización, con Estados demasiado grandes para defender intereses territoriales concretos y demasiado pequeños para liderar esa confusa evaporación de fronteras. En definitiva, y no sabemos si como estación término o una más, convivimos con planos horizontales que circunvalan el planeta y sin duda la red es su mejor ejemplo, con localismos a ultranza que afectan a la manera de ver y entender el mundo que nos rodea.

Y en este “macrouniverso”, un simple tweet es concebido como un mensaje y por lo tanto, es comunicación. Para comunicar utilizamos dos grandes categorías de señales [http://www.recursosyhabilidades.com/blog/?p=99]: las digitales, -palabras comprensibles-, y las analógicas, -gestuales, sin códigos específicos-. 

Dada la imposibilidad de mostrar esos gestos en el mensaje -pese a ser intentado con los emoticonos-y a menudo tratarse como un mensaje publicitario por su emisor que procura convencer a los posibles lectores de su interés, su análisis resulta especialmente complejo.

El emisor es también el mensaje…

Por una parte, el analista debe tener en cuenta la triple relación subyacente en toda comunicación para depurar el sentido preciso del mensaje:

Con las cosas o fenómenos que son objeto del mensaje


Con el sujeto emisor.

Con el receptor.

En esta tarea, el conocimiento del analista de la materia objeto del mensaje, de las condiciones del emisor, respecto a la comunidad a la que pertenezca, historial previo, y cualquier otro aspecto que permita agrupar coherentemente su tweet en los cientos, miles o millones de mensajes procesados, dará como resultado una imagen de mayor precisión y calidad de la información que buscamos.


De las estrategias fundamentales de la comunicación establecidas en el Organon-Modell de Büler, informativa, de movilización, de relación, normativa y de colocación, ésta última es particularmente interesante ya que consiste en crear una identidad de uno mismo respecto a los otros,  lo que resulta destacable en los mensajes realizados en redes sociales abiertas que tratan de conseguir seguidores y crear una red en torno a ellos que los ubique como líder.
El otro aspecto determinante es la “deconstrucción” del envoltorio publicitario del mensaje. Cada vez es más habitual que en la lucha por destacar en ese inmenso mar que ofrecen las redes sociales, se adopten estrategias típicas del lenguaje persuasivo. Tema que requeriría de otro artículo más específico sobre él.

Un ejemplo práctico

Para ilustrar este planteamiento baste el ejemplo inventado de Luis y Marta e Isabel.
Isabel es una directiva de una famosa cadena de venta de bienes o servicios, Luis es un empleado de la misma encargado de la relación directa con el cliente y Marta es el cliente.
Vamos a analizar un mismo mensaje simple, emitido por estas tres personas de perfil diferente.


Isabel: “esta empresa va mal”.
Isabel como directiva estará haciendo alusión al factor financiero de la empresa, o a un problema de gestión interna. Esta información será muy valorada por posibles inversores, de modo que merece ser ubicada en el tema Economía.


Luis: “esta empresa va mal”.
Luis en este caso seguramente se esté refiriendo a problemas internos de la empresa, más relacionados con coordinación de personal o gestión del trabajo que con la situación económica de la empresa. Esta información será relevante para los directivos de la empresa, de forma que le corresponderá el temaCorporativo.


Marta: “esta empresa va mal“.
Como cliente, Marta nos está ofreciendo su visión sobre lo que la empresa expone a éste: un mal producto, una calidad insuficiente en el servicio ofrecido o problemas de atención al público. Parece un mensaje útil para la empresa en la evaluación de su producto y habrá de ser incluido en el temaMarca”.

Esta diferenciación en el significado de un mensaje parece evidente, por lo que hemos de preguntarnos, ¿Quiénes son verdaderamente Isabel, Marta y Luis? ¿Qué sabemos de ellos?

Por ejemplo, detengámonos en Marta¿Qué sabemos y que no sabemos sobre ella? ¿Puede ser Marta amiga o familia de Isabel y estar transmitiéndonos información más relevante de lo que creemos y adelantar una posible crisis de la empresa? ¿O simplemente puede que Marta haya leído información financiera de la empresa aportando un valor casi cero al ser, su mala situación financiera, algo conocido de esa empresa en cuestión? ¿Tiene algún interés en emitir ese mensaje aparte de expresar su opinión sobre el servicio? Pese a tener escasos seguidores en las redes sociales, ¿es Marta un usuario poco relevante?

Hagamos un ejercicio similar con el mensaje “la ciudad X tiene mucha contaminación” o “la ciudad Y es insegura”. Convoquemos tres emisores residentes habitualmente en ciudades con condiciones muy distintasOslo, Nueva Delhi  y Caracas. ¿No deberíamos tener en cuenta esta referencia para valorar su respuesta aparentemente idéntica?

El “toque humano” del analista

Ante esta cuestión cabe preguntarse: ¿es sustituible el papel del analista por máquinas de análisis automático? ¿Qué pérdidas de relevancia tenemos al obviar los distintos marcos que envuelven a una persona al emitir un mensaje? ¿Puede una herramienta crear un perfil pertinente de un usuario a través de su perfil online, es decir sexo, edad y ocupación, y que éste sea fiable para nuestro análisis, pudiendo establecer su relevancia y veracidad en torno a esos factores?

Es en estas situaciones en las que un buen analista marca las diferencias con un análisis automatizado. Debe comprender el posible contexto que envuelve a un usuario y no centrarse exclusivamente en datos cuantitativos -que pueden guiar el análisis pero nunca determinar las características del mismo, sin comprender que el sujeto, el contexto y el receptor del mensaje forman un continuo indisoluble. Y es que la pertinencia y la relevancia de un mensaje no dependen únicamente de sus características online; su contexto constituye el factor que determina las características específicas de dicho mensaje, y permite acercarse a su realidad. Realidad, pues, que se constituye como la base sobre la cual el analista podrá plantear propuestas bien fundadas a sus clientes.

César López Hebrero

cesarlopez@idinteligencia.com
 Análisis de Inteligencia

[1] Pániker, S. Asimetrías. Ed. Debate 2008, pág. 19
[2] Wittgenstein, L. Observaciones a La rama Dorada de Frazer.Ed. Tecnos 1996, pág. 57
[3] Siguiendo el Organon-Modell de Büler, citado por Collado, J.A.Fundamentos de la lingüística general. Ed. Gredos 1974, pág. 87.
[4] Mucchielli, A. Psicología de la comunicación. Ed. Paidós 1998, pág. 78 y ss







miércoles, 30 de julio de 2014

LA CIBERSEGURIDAD Y EL BANCO CENTRAL EUROPEO



Nuevo post de Fernando Esteve :


No hace demasiado tiempo este blog, el blog de La_SEI, se inauguró con un par de entradas en las que se trataba el asunto de cómo la delincuencia en el mundo virtual estaba dando de modo decidido pasos de gigante en su camino para equipararse y hasta superar a su “hermana mayor”: la delincuencia en el mundo real. Si duda que la ciberdelincuencia se está convirtiendo en un fenómeno de moda que cada vez recibe cada vez más atención, de modo que “poco a poco” -se nos dice- se está convirtiendo en preocupación para todo tipo de gentes y organizaciones, tanto públicas como privadas. Sin embargo, todavía hay (buenas, en el sentido de inocentes) gentes que piensan que es un tema menor, cosas de jóvenes frikis informáticos que compensan sus carencias afectivas o emocionales con otro tipo de actividades nocturnas: las de violación de sistemas de seguridad. Confían también esas pánfilas gentes que, salvo casos aislados, sus correrías como bandidos en la red sólo pueden afectar a organismos de pequeño nivel y escasa defensa o protección informática, y que las instituciones y organizaciones “fuertes” e importantes están al cabo de la calle de modo que disponen de los medios de enfrentarse a esa delincuencia. Dicho de otro modo, es una idea común la de que, por lo general, la ciberdelincuencia es una delincuencia, por decirlo así, callejera, o sea, una delincuencia de poca monta.

Manifestado todo lo anterior, entre el torbellino de informaciones de la última semana sobre Ucrania, la franja de Gaza, los accidentes y las vacaciones ha habido una que ha pasado inadvertida y que, sin embargo, -creo- merece la pena destacarse. Se trata del ciberataque que ha sufrido el casiomnipotente Banco Central Europeo. Sí, sí. Ese banco del que depende el destino económico de todos nosotros. Ese banco que es la pieza central de toda la arquitectura de la eurozona. Ese banco en donde trabajan y operan los mejores cerebros de toda Europa.

Pues bien, según informo el Wall Street Journal, el Banco Central Europeo (BCE) reconoció el 24 de julio pasado que más de 20000 direcciones electrónicas y otras informaciones de contactos personales habían sido robadas tras el hackeo de una de sus bases de datos. Por supuesto el BCE afirmó taxativa y enfáticamente que “ni los sistemas internos ni los niveles de información sensible para los mercados financieros” estuvieron comprometidos, pues están protegidos por “varias capas de controles de seguridad tanto de tipo lógico como físico, que son regularmente monitorizadas y testadas”. Cosa que todas las buenas gentes, entre las que no me cuento, se creerán por supuesto a pies juntillas.


Pero lo más “bonito” de la noticia es que el portavoz del BCE se vio obligado a reconocer que, pese a todos esos maravillos sistemas de seguridad, los expertos en la ciberseguridad del banco se enteraron de que el banco había sufrido un ciberrobo una vez que recibieron un email anónimo en que se informaba al BCE que había sufrido un ciberataque a la vez que se exigía el pago de una cantidad de dinero (que el BCE no ha revelado a cuánto asciende, por cierto) por la información sustraída.

Más, de momento, no se sabe. Las buenas gentes piensan que el BCE no ha pagado por el rescate.

viernes, 25 de julio de 2014

¿UN MUNDO INFELIZ? ALDOUS HUXLEY Y LOS RIESGOS DE LA GLOBALIZACIÓN


Nuevo post de Fernando Esteve

                       
                Aún reconociendo el valor del “1984” de George Orwell, he de reconocer que prefiero la otra distopía más característica de nuestro tiempo: la que se encuentra en las páginal de “El mundo feliz” de Aldous Huxley. Escrita en 1932 y ampliada/comentada por el propio autor en 1959 bajo el título de “Nueva visita al mundo feliz”, me parece que la luminosa, limpia, tecnológica, pacífica y “feliz” utopía negativa de Huxley da más en el clavo a la hora de hacernos ver los riesgos y amenazas de la actual realidad y su futuro previsible que la oscura, tétrica y violenta de Orwell, salvo -eso sí- en lo que respecta a la anticipación por parte de Orwell de la creación de lo que él llama neolengua, es decir, esa versión elemental, disminuida y deteriorada del gran activo del género humano que es el lenguaje, y que tan claramente encaja o se parece al “lenguaje” que de modo característico se usa hoy en los nuevos medios de comunicación que la revolución de las nuevas tecnologías de la información han traído, con los indeseables y negativos efectos sobre la cognición humana que Orwell tan correctamente predijo y analizó.
                En cualquier caso, la lección que ofrecen Huxley y Orwell y otros es que también hay que leer a novelistas y poetas si uno quiere anticiparse algo al futuro. Y esto no es ninguna boutade. Recurrir solamente a los expertos es caer en el error de creer a pies juntillas en la propia propaganda que los expertos hacen de sus capacidades. Así, en el mejor estudio realizado hasta la fecha acerca del valor predictivo de los expertos en materias tales como la evolución económica, el cambio tecnológico o los fenómenos políticos, el de Philip Teetlock, los resultados son desalentadores para los sedicentes expertos. Sobre todo para los muy especializados, o sea para aquellos que presumen de saber mucho de una pequeña cosa. Parecen defenderse a este respecto mucho mejor los expertos generalistas, aquellos que saben poco pero de muchas cosas. Los novelistas y los poetas no suelen ser expertos en nada, pero si son auténticos artistas, parecería que están dotados de una especial sensibilidad para de alguna manera entender o descubrir los que los expertos no ven u oyen, cegados y sordos por la magnitud de sus conocimientos.
                Al margen de sus novelas, y también en ellas como lo ejemplifica su “Mundo feliz”, Aldous Huxley escribió mucho y muy bueno acerca de los problemas de su tiempo. Y espigados aquí y allá en sus textos aparecen reflexiones cuya valía para nuestros tiempos y para los que nos vienen encima merece la pena ponderar. Uno de ellos es el que trascribo a continuación. Corresponde a un ensayo titulado Ciencia, Libertad y Paz que Aldous Huxley publicó en 1946, al poco de haber acabado la II Guerra Mundial. Aunque la cita es larga, creo que es merecedora de atenta consideración. He subrayado en ella, acentuándolo además en negrita, la parte que en mi opinión es la más destacada.
“Está de moda en nuestros días decir que Malthus se equivocó, porque no previó que los métodos de transporte perfeccionados ahora pueden garantizar que el excedente de productos alimentarios producidos en una región sea rápidamente transferido a bajo costo, a otras zonas en que haya escasez. Pero ante todo, los modernos medios de transporte fallan cuando los políticos que preconizan el uso del poder recurren a la guerra moderna, y aun después de la terminación de ésta pueden quedar desarticulados durante el tiempo suficiente para que muchos millones de personas perezcan de hambre. Y, segundo, ningún país en que la población haya agotado la provisión local de víveres puede, en las actuales circunstancias, reclamar parte del excedente de otros países sin pagar por ello en efectivo o en mercaderías. Gran Bretaña y los otros países de la Europa occidental, que no pueden alimentar a su densa población, han podido, en época de paz, pagar los alimentos que importaban mediante la exportación de artículos manufacturados. Pero la India y la China, industrialmente atrasadas -países en que la pesadilla de Malthus se ha hecho realidad en gran escala- producen pocos artículos manufacturados, y en consecuencia carecen de los medios para comprar en zonas menos pobladas los alimentos que necesitan. Ahora bien, en el caso de que pudiera desarrollarse en esos países una industria de producción en masa capaz de ponerlos en condiciones de exportar lo suficiente para pagar los alimentos que necesitan sus poblaciones rápidamente crecientes, ¿qué efectos produciría en el comercio mundial y en la política internacional? El Japón tenía que exportar artículos manufacturados para poder comprar los alimentos que sus superpobladas islas no podían producir. Los artículos fabricados por obreros cuyo nivel de vida era muy bajo, entraron en competencia con las mercaderías fabricadas por los obreros mejor pagados de Occidente y las expulsaron de los mercados. La respuesta de Occidente tuvo carácter político y consistió en la imposición de tarifas arancelarias elevadas, cuotas a la importación y embargos. La respuesta japonesa ante esas restricciones fue su plan de creación de un vasto imperio asiático a expensas de la China y de las potencias imperialistas de Occidente. El resultado fue la guerra. ¿Qué sucederá cuando la India y la China alcancen el grado de industrialización que tenía el Japón antes de la guerra y traten de cambiar sus productos fabricados a bajo coste por alimentos, en competencia con las potencias occidentales, cuyo nivel de vida es mucho más elevado que el de ellas? Nadie puede predecir el futuro, pero indudablemente la rápida industrialización de Asia (con maquinarias, recuérdese esto, de los más modernos y mejores modelos de posguerra) está preñada de las más peligrosas posibilidades”
                Huxley era un pesimista malthusiano. Es decir que aceptaba como válida en el largo plazo la idea que sobre el mundo elaboró el reverendo Thomas Robert Malthus al comienzo del siglo XIX, y que viene a decir que, fuera de situaciones transitorias, la finitud del planeta Tierra es una restricción inevitable para la especie humana con la que siempre se ha de contar, lo que se traduce en que las necesidades de recursos (alimenticios y de otro tipo) de las poblaciones crecen siempre a la larga más rápidamente (en “progresión geométrica” decía) de los que crecen las capacidades de satisfacerles (que crecen en “progresión aritmética”). Para los malthusianos, los avances técnicos sólo pueden dar una solución transitoria a esa escasez absoluta de recursos de la que un planeta finito adolece. La posición malthusiana ha sido objeto de un perpetuo debate desde que se enunció. Debate que todavía hoy continua. No es aquí el lugar de comentarlo. Basta con señalar cómo Huxley en pocas líneas junta la posición malthusiana con los efectos de la especialización y el comercio internacional para explicar la guerra en el Pacífico en la II Guerra Mundial.
Para Huxley, Japón se lanzó a la guerra porque tenía la necesidad de crear un imperio territorial, un espacio económico propio, para compensar el hecho de que sus exportaciones de productos industriales estuviesen siendo limitadas por los Estados Unidos y los demás países europeos. Hay que recordar aquí, que estos países se encontraban insertos por entonces en la Gran Depresión de los años 30, de modo que lo que cada uno de ellos trataba -desesperada y equivocadamente- de hacer era “defender” a sus economías (es decir, el precario empleo de sus trabajadores) frente a la competencia exterior. Para hacerlo cada país trataba a la vez de favorecer sus exportaciones y de reducir sus importaciones, política proteccionista de “empobrecer al vecino” que agravó la crisis, pues es evidente que no todos los países pueden tener éxito a la vez estimulando sus exportaciones y restringiendo sus importaciones ya que si todos restringen simultáneamente sus importaciones, inevitablemente todos restringen a la vez sus exportaciones pues las importaciones de un país son las exportaciones de otro. Dicho con otras palabras, para Huxley, fue la contracción de los mercados mundiales en la depresión de la década de 1930 que se produjo a consecuencia de esa generalización del proteccionismo lo que puso al Japón en el disparadero de tener que obtener los recursos alimenticios (y de otro tipo) que necesitaba, no mediante el intercambio y el comercio internacional, sino mediante su apropiación por la fuerza: mediante la expansión imperialista y la consiguiente guerra. Personalmente, esta hipótesis explicativa de Huxley del hecho histórico del comportamiento belicoso del Japón me parece sugerente y digna de ser pensada.

Pero las cosas no se quedan ahí, pues inmediatamente en la cita anterior, Huxley va más allá, y ya en 1946 (hace la friolera de 68 años) se plantea qué puede suceder si China e India acaban industrializándose, que es precisamente lo que hoy ya ha ocurrido. Pues bien, frente a los defensores de esa industrialización permitida y fomentada por la globalización, que la ven como la antesala del más luminoso de los futuros, para Huxley esa industrialización asiática está “preñada de las más peligrosas posibilidades”. La situación que contemplaría sería una repetición de la que había experimentado el Japón antes de la guerra, sólo que ahora al Japón se le añadirían dos potencias demográficas como China y la India. De nuevo el engranaje de mecanismos que dieron origen a la guerra estaría operando: ppor un lado, las exportaciones de esos países amenazarían los empleos de los países occidentales, como por cierto está ya sucediendo; por otro, las demandas de recursos (alimenticios y de otro tipo) de esas potencias estarían creciendo, como se manifiesta en las tensiones en los mercados mundiales de productos alimentarios y de materias primas; y de nuevo, finalmente, ante el miedo a que los mercados mundiales se cierren ya hay una gran potencia emergente, como es China, que no parece ver el futuro con unos ojos optimistas en atención a su -llamemos- política imperialista de mercado por la que busca obtener el acceso a territorios en África y América Latina que le permitan tener un “espacio económico” propio que le sirva como base de recursos (alimenticios y de todo tipo) para anticiparse a que se llegue a la situación de que la globalización se desglobalice, que sufra un parón y vuelvan las políticas proteccionistas como ya pasó antes en la Historia.

Porque hay que pensar que esa pacífica política imperialista de China es de los más extraño dado que, fuera de ser la consecuencia de esa expectativa de que la globalización al final se frene (como ya ha pasado por cierto otras veces en la historia), carece de justificación económica clara. En efecto, si uno espera que los mercados existan y funcionen en el largo plazo, ¿para qué comprar los recursos básicos o primarios como tierras o fuentes de materias primas? Si no hay dudas de que los mercados van a funcionar en el largo plazo, si no hay dudas de que la globalización seguirá profundizándose, lo mejor para operar en un entorno económico de globalización pacífica siempre pasa por especializarse en las actividades donde se es más competitivo.

Sólo si se prevé como factible un futuro violento donde los mercados internacionales desaparezcan o dejen de funcionar tiene sentido para un país una política de acceso directo a los factores de producción como medio de conseguir los productos finales de que se necesita, como hizo Japón a través de su política de expansión territorial cuando la II Guerra Mundial. Si, por poner un símil, uno tiene confianza en que en el futuro va a seguir habiendo panaderías, lo mejor, lo más eficiente económicamente, es dejar a los panaderos el que hagan el pan, en tanto que los demás nos especializamos cada uno en lo que mejor sabemos hacer, ganando así un dinero que luego nos sirve para comprar el pan que necesitamos. Sólo si hay dudas de que en un futuro exista o funcione un mercado para el pan sería aconsejable el que cada uno se vaya buscando cómo acceder a un campo para poder plantar su propio trigo y poderse así hacer su propio pan.

miércoles, 16 de julio de 2014

INFOXICACIÓN E INTELIGENCIA

Enrique Ávila*

Habitualmente, dedico una parte importante de mi tiempo a la lectura. Me considero un ávido lector de libros. Libros de todo tipo. Novela, Filosofía, Derecho, Física, Astronomía… Mis capacidades se orientan hacia la pluridisciplinariedad y la relación entre conocimientos diversos más que hacia la hiperespecialización y ello, sin duda, ha marcado la óptica con la que afronto los problemas y, por ende, mi modelo de toma de decisiones.

El hábito de lectura es un buen hábito y la lectura de un libro me ha permitido el más que saludable proceso de reflexión sobre los contenidos y las ideas que esa lectura me ha generado.

Se trata de un modelo de enriquecimiento progresivo que, siempre que he podido (y no ha sido fácil a veces), he complementado con el no menos saludable hábito del intercambio de ideas con otras personas que, con su exposición de puntos de vista siempre enriquecedores de los que, por mí mismo, podía obtener en solitario, permitían configurar una corriente de pensamiento de cierta profundidad intelectual.

Hace un tiempo, por mor de la eclosión de la tecnologías de información y de comunicación, el objeto de mis lecturas pasó del libro al documento. El acceso a Internet y a múltiples fuentes de información de forma rápida y abierta indujo ese paso.

Trabajar con varios documentos al tiempo se transformó en mi modelo de trabajo habitual. Este modelo supone que has de adentrarte en una estructura mental de compartición de la atención entre varias fuentes, al mismo tiempo. Ello induce la adquisición de ciertas habilidades de síntesis y relación de la información así adquirida pero al tiempo, sin duda, he sido consciente de una merma progresiva en mi capacidad de atención sobre un determinado problema intelectual.

Este análisis ha sido compartido con personas de mi entorno y todas ellas han coincidido en que, en líneas generales, parece acertado. De lo antedicho, deduzco que se ha convertido en un modelo, ampliamente compartido por la comunidad, de generación de conocimiento que, en cierta manera, genera dificultades a la hora de mantener una continuidad sobre nuestros procesos clásicos de generación de ideas de profundo calado.

¿No hemos notado nunca nuestra incapacidad para mantener centrada la atención sobre un texto complejo? He de reconocer que me ocurre y que, solo a través del ejercicio de un notable esfuerzo de voluntad que incluye el reentrenamiento en la lectura de textos complejos y de considerable extensión logro mantener controlada la tendencia a extender mi atención fuera del objeto de la misma.

Algo parecido ocurre con nuestro devenir diario como ciudadanos, como seres humanos que conviven en una sociedad compleja e interconectada.

Nuestra vida diaria se ve sometida a millones de estímulos. La mayoría de los mismos, pasan completamente desapercibidos para nuestro ser consciente. Es nuestro inconsciente el que los absorbe sin análisis racional alguno.

Incluso los que son percibidos conscientemente, son tan numerosos, tan heterogéneos, tan dispares que, aunque sean mínimamente racionalizados, se ven aplastados de forma casi inmediata por una nueva ráfaga de estímulos impidiendo su análisis en profundidad. Por supuesto, intentar reflexionar sobre los mismos, de forma individual, es una completa entelequia. Nuestra capacidad de atención y de reflexión se ve aplastada (vuelvo a usar un término que me parece completamente pertinente), por millones de estímulos que somos incapaces de absorber conscientemente pero que, sin duda, generan consecuencias para nuestro modelo de pensamiento y nuestra capacidad de reacción.

Algo parecido ocurre con las emociones. Los estímulos emocionales nos cercan. Impiden, por su número, que centremos nuestra atención sobre alguno de ellos de forma exclusiva provocando una situación de aletargo de nuestras emociones que, trasladada socialmente, tiene como consecuencia que las sociedades pierdan su capacidad de reacción frente a las agresiones de toda índole. Creo que todos observamos el letargo en que parecen sumirse nuestras sociedades cuando, teniendo disponible la información, una información que en otras circunstancias históricas hubiesen provocado reacciones de todo tipo, la antedicha reacción se produce en muy contadas ocasiones.

Hace un tiempo leí, y me parece una frase demoledora, algo similar a esto: “Nuestra capacidad de reflexión tiene una profundidad de un tweet (140 caracteres) y nuestra respuesta emocional la de un emoticono.”

Las sociedades que sufren de infoxicación, que no son capaces de centrar su atención sobre los elementos necesarios para su evolución y mejora, son sociedades condenadas al fracaso.

La Inteligencia, entendida como un conjunto de procesos, de estrategias y de gestión del conocimiento, orientadas a evitar la infoxicación tanto individual como colectiva de las organizaciones o de la sociedad en su conjunto, se configura como una herramienta clave a la hora de enfrentar todos los problemas descritos con anterioridad.

Se han de orientar las capacidades hacia la generación de Inteligencia Colectiva, de tal forma que, a pesar de que la evolución lógica de nuestra Sociedad de la Información trate de llevarnos por el camino de la infoxicación, seamos capaces de dirigir nuestro propio relato hacia el uso de las tecnologías, del conocimiento y de las capacidades de los individuos en el análisis profundo de las consecuencias de determinadas decisiones tanto en el corto como en el medio y largo plazos, de tal manera que seamos capaces de construir sociedades más resilientes y adaptativas a los riesgos y amenazas a las que avoca la dependencia de la tecnología para la propia supervivencia de nuestro modelo social.

La comprensión profunda o la construcción de conceptos difíciles de aprehender y muy complejos tales como los de dinámica social, redarquía, sociedades de riesgo 0 o la propia construcción del relato, a partir del uso de metodologías de análisis provenientes del mundo de la Inteligencia en todas sus variantes se configura como una necesidad irrenunciable dentro de nuestras sociedades.

viernes, 11 de julio de 2014

ECONOMÍA DE LAS ORGANIZACIONES TERRORISTAS (Parte II). Implicaciones para la política antiterrorista.


Segundo post de la Economía de las Organizaciones Terroristas, escrito por Fernando Esteve:


Fernando Esteve Mora*

El análisis precedente de las organizaciones terroristas tiene unas claras implicaciones respecto a la política antiterrorista, implicaciones que pueden ser útiles en los debates que sobre la misma se suelen plantear.

En primer lugar, está la cuestión de la reinserción social de los terroristas. El problema que aquí se plantea en el caso de los "liberados" es que, muy frecuentemente, su “especialización” en las actividades destructivas los ha hecho inhábiles para las actividades productivas, por lo que difícilmente pueden reinsertarse en el mercado laboral. ¿Qué pueden hacer si no saben hacer otra cosa que secuestrar y poner bombas? Facilitar su integración en el sector de gestión de la violencia legal privado o público (empresas de seguridad, cuerpos de seguridad del Estado), a semejanza de lo que se dice que hacen algunas empresas de seguridad informática con los hackers, no es aquí ni ético ni eficiente a tenor de las obvias dificultades que tendría su integración con unos trabajadores a los que antes combatían y mataban.

Una alternativa es su integración en un tipo de actividad improductiva que no exige elevada cualificación, cual es la actividad política. Es esta la salida más habitual para los "liberados" que quieren reintegrarse socialmente. El único “coste” para ellos es el de reconocer la equivocación en que incurrieron al elegir la vía de la lucha armada en vez de la lucha política, pero fuera de esto, parece la vía más prometedora. Sucede, sin embargo que la capacidad de absorción por parte del mercado político de los terroristas arrepentidos o excarcelados no es muy elevada pues depende del atractivo que la línea política que defendieron cuando terroristas tenga en el mercado político. Si este no es demasiado elevado, la implicación es que habrá un exceso de oferta de “liberados” por encima de la demanda del mercado, habrá pues un cierto número de "liberados" a los que la reinserción social les sería imposible . Una alternativa es que el Estado, obviamente de manera ilegal y solapada, les proporcione una suerte de pensión de "jubilación anticipada". En su ausencia, el coste de oportunidad de muchos de los "liberados" puede ser tan alto que les lleve a mantener de por vida la actividad violenta, ya casi desprovista de cualquier coartada ideológica, como único medio de subsistencia económica debido a la inexistencia de oportunidades de empleo.

En segundo lugar, está la cuestión de la eficacia relativa de diferentes políticas antiterroristas. Pues bien, de todo lo anterior, es decir, de pensar en una organización terrorista desde una perspectiva económica se sigue que la política antiterrorista más efectiva, en términos relativos, no será la política de represión policial en sentido estricto, sino la política policial de represión económica, o sea, aquella que busca hacer más difícil la supervivencia económica de la "cooperativa" terrorista. Y ello, se podrá llevar a cabo a través de dos vías:

a) dificultando los ingresos del grupo terrorista ya sea controlando sus transacciones financieras, ya sea persiguiendo la recaudación del "impuesto revolucionario", ya sea dificultando sus actividades delictivas comunes. Una pieza importante de esa política represiva de tipo económico es la de identificación y detención de los "trabajadores/terroristas" a tiempo parcial que suelen ser quienes se encargan de las tareas de información y cobro del impuesto revolucionario así como las de gestión legal de los recursos económicos de la organización (transferencias bancarias, provisión de cobros, contratos de alquiler, etc., etc.). El papel clave de estos "trabajadores" se acentúa si se tiene en cuenta, además, que son también imprescindibles para la "gestión" de los secuestros que es una vía importante de recursos financieros. Dicho de otra forma, los terroristas "legales" a "tiempo parcial" y los "liberados" a "tiempo completo" son factores de producción estrictamente complementarios, de modo que el éxito en la desactivación de los de tiempo parcial incide de modo determinante sobre la "eficacia" terrorista de los otros, los "liberados". Incluso podría decirse que, puestos a elegir entre enfocar las tareas antiterroristas sobre uno u otro colectivo, la decisión más eficiente exigiría concentrar las tareas represivas sobre los "legales", pues el efecto negativo sobre la supervivencia económica y por ende la efectividad de la "cooperativa" terrorista es mucho mayor. No es despreciable aquí hacer referencia a un factor añadido cual es el de que el efecto mediático de la detención de un "liberado" suele ser mayor que la de si el detenido es "legal", con lo que la publicidad que consigue la banda terrorista es menor.

b) aumentando los costes de la actividad terrorista. Si suben los gastos a los que ha de enfrentase la "cooperativa" (por ejemplo, por tener que pagar más por sus aprovisionamientos de su materia prima y equipo capital (armas, municiones, gastos en cobijo y escondite,...), sin duda que la actividad terrorista disminuirá. Frente a quienes podrían inclinarse a pensar que ese incremento en los precios de sus inputs o factores de producción/destrucción y de sus costes llevaría correspondientemente a la "cooperativa" terrorista a reduplicar sus esfuerzos para allegarse más recursos económicos, puede argumentarse que, fuera del efecto sustitución que se traduce e que esa subida en los gastos llevará al grupo terrorista a dedicar una proporción mayor de su actividad terrorista a la de tipo pecuniario, la Economía predice que el resultado de tal variación al alza en los precios de los "factores de producción/destrucción" que usa será una disminución del output "producido", o sea, de su capacidad de perpetrar actividades terroristas.

Y ello por dos razones. La primera es la misma que se usa cuando se analiza el efecto de una subida en el precio de una materia prima (por ejemplo, el petróleo o la energía) sobre cualquier actividad económica llevada a cabo por cualquier empresa legal. La subida en el coste lleva a alterar su nivel de producción óptimo a la baja, a un nivel inferior. La segunda, específica para el caso de una cooperativa, es que el aumento de los gastos, se traduce en una caída de los ingresos netos a repartirse entre los socios determinantes de la cooperativa, o sea, los "liberados" en el caso de una “cooperativa terrorista”. Es decir, que se traduce en una caída de la remuneración neta media o por "trabajador/terrorista liberado". En consecuencia, es predecible que las condiciones de vida de los trabajadores/terroristas liberados caerá, por lo que la alternativa para mejorarlas pasa ineludiblemente por aumentar esos ingresos netos medios disminuyendo el nivel de empleo que ofrece la cooperativa, o sea, disminuyendo el número de "trabajadores/terroristas" que forman parte de la organización. Y ello se hará mediante diversos mecanismos de ajuste de plantilla como, por ejemplo, no cubriendo las "bajas" que se van produciendo en el grupo de liberados. Ahora bien, ese descenso en el número de terroristas "full-time" dado que se traduce en una caída de la capacidad operativa de la organización, significa un éxito en la política antiterrorista.

Finalmente, algo más se puede decir acerca de la política de reinserción social de los terroristas desde este punto de vista. Al margen de lo que se ha dicho acerca de las dificultades que su especialización en las actividades "destructivas" les supone a los “liberados” a la hora de cambiar su actividad destructiva hacia otra pacífica ya sean productiva (un trabajo normal y corriente) o improductiva (como, por ejemplo, lo es la actividad política), se tiene que una política penitenciaria más benévola que permite salir de las cárceles a algunos terroristas, le puede plantear a la "cooperativa" terrorista un problema económico añadido en la medida que la “cooperativa” tenga el compromiso de hacer frente a sus -llamémoslas- "pensiones de jubilación". En efecto, mientras están en la cárcel, el mantenimiento básico de los terroristas corre a cargo del Estado, pero al salir, deja de ser así, con lo que ya sea que se reintegren a la "actividad terrorista" o ya sea pasen a ser trabajadores/terroristas "pasivos", su mantenimiento afecta a los ingresos netos medios de la “cooperativa” terrorista, dificultando así aún más su supervivencia económica.
[1]    Escuela de Inteligencia Económica/School of Economic Intelligence (la_SEI)

miércoles, 9 de julio de 2014

ECONOMÍA DE LAS ORGANIZACIONES TERRORISTAS (Parte I)


Hoy dedicamos nuestro post a la Economía de la organizaciones terroristas, escrito nuevamente por Fernando Esteve.


                                                                                           

Fernando Esteve Mora*

Tratemos la actividad terrorista desde una perspectiva económica o economicista, si así se quiere. Hacerlo así implica entender la actividad terrorista como cualquier otra actividad económica, lo que se define por el hecho de que en su actividad terrorista las organizaciones o grupos se enfrentan como cualquier otra empresa a la escasez, es decir a la existencia de una restricción en la cantidad de recursos de que puede disponer (dinero, armas, “militantes”,...) para satisfacer u obtener una diversidad de fines alternativos (diferentes objetivos, dinero para sobrevivir, refugios, vida placentera,...). Cierto que, también, desde el punto de vista económico, y frente a las actividades económicas productivas, la actividad terrorista es una actividad improductiva y frecuentemente destructiva. Es en efecto una actividad en que sus "trabajadores" usan de la violencia para obtener sus fines, de modo que o es una "industria" destructiva, cuando ejercen esa violencia (secuestros, robos, asesinatos) para obtener una parte de la producción para ellos mismos; o es improductiva cuando consiguen ese objetivo, no ejerciendo la violencia realmente, sino amenazando con su uso (extorsión, impuesto revolucionario).

Quizás pueda parecerle extraño a muchos el que se considere al terrorismo como una actividad económica "similar" a otras, dado que más bien se suele pensar que su esencia última está en el ámbito de lo "político", que los terroristas buscan objetivos políticos como otros grupos sólo que de un modo no-político, violento. Pero esta suposición es más que cuestionable. Los economistas que analizan el conflicto y la violencia, suelen no fiarse demasiado de las tareas del "departamento de publicidad/propaganda" de las organizaciones terroristas cuyo objetivo, como suele suceder en (casi) todo tipo de publicidad, es la persuasión de su audiencia ofreciéndola una perspectiva si no falsa cuando menos engañosa de las razones de su actividad. Por ello, distinguen claramente, desde un punto de vista económico, entre la actividad violenta que puede entendese como inversión y la actividad violenta que se ha de entender mejor como "negocio", como empresa.

La violencia como inversión es equiparable a cualquier otra inversión (por ejemplo, en Bolsa) que tiene un horizonte temporal. Dicho con otras palabras, desde esta perspectiva, la violencia es una actividad costosa que se hace exclusivamente con vistas al momento de la "recogida de beneficios", lo que aquí sucede si se alcanza la victoria "política". Caso de que así aconteciera, la violencia para el grupo terrorista habría sido una "inversión" tan exitosa o rentable como lo sería la de unos inversores "normales" si en el momento de vender las acciones en las que hubieran invertido su capital obtuvieran unas plusvalías.

Por contra, la violencia como empresa, es aquella que no se plantea la victoria “política” como objetivo final, es decir, no se plantea la actividad terrorista o violenta dentro de un horizonte temporal, sino como medio de vida. En este caso, la actividad del grupo terrorista se asemeja al de la mayoría de empresas que no nacen o se crean para alcanzar un determinado objetivo a cumplir para luego desaparecer, sino que operan en los mercados con el objetivo de ir consiguiendo año a año la supervivencia económica. Desde esta perspectiva empresarial, habría de entenderse el uso de la violencia como un modo de vida y un medio de ganársela por parte de quienes la utilizan.

Pues bien, los economistas dedicados al estudio de los conflictos han observado que, con arreglo a esta perspectiva, la mayoría de conflictos o guerras interestatales pueden ser entendidos como actividades violentas entendidas como inversión llevadas adelante por naciones que pretenden alcanzar una victoria final sobre sus rivales. Las partes contendientes en este tipo de conflictos violentos de "violencia-como-inversión" buscan pues la victoria final, y su éxito depende entonces de la velocidad y grado con que logran vencer a sus rivales o "echarlos del mercado". Por contra, en las actividades terroristas, pronto las organizaciones se olvidan de la victoria como objetivo final. Incluso sucede que si alcanzan un cierto éxito dados sus proclamados objetivos iniciales, rápidamente descubren que esos objetivos no eran "suficientes", que no hay motivo por ello para abandonar la lucha. Las organizaciones terroristas se convierten así en "empresas" dedicadas a la predación o la extorsión cuyo objetivo, al igual que el de cualquier otra empresa, deja de ser una victoria de tipo “político” clara para convertirse en la supervivencia económica en el tiempo. La "violencia-como-negocio" es, pues, su rasgo definitorio. Tal diferencia explica el hecho estadísticamente contrastado de que la duración de las guerras entre estados es muchísmo menor que la de los conflictos terroristas que no es nada extraño que se eternicen (como los ejemplos del IRA, ETA o las FARC atestiguan); cosa que sólo puede entenderse si los grupos terroristas actúan realmente como empresas tanto en sus procedimientos internos como en sus objetivos.

Ahora bien, ¿qué tipo de "empresa" productora de "antiservicios" como son la extorsión, el robo, el secuestro, el asesinato o los destrozos sería una organización terrorista? La respuesta es simple: dado que sus "propietarios" y "gerentes" son sus propios "trabajadores", el modelo de empresa más adecuado para analizar económicamente una organización terrorista es el considerarla como una cooperativa de "trabajadores/terroristas". Sucede, sin embargo, que dentro de un grupo terrorista hay diferentes tipos de "trabajadores" según su "compromiso/contrato laboral" con la organización. Están, por un lado, los "trabajadores"/terroristas con compromiso indefinido y a tiempo completo con la organización: son, claro está, los llamados "liberados". Hay otros cuya relación con la "empresa" también es indefinida, pero sólo "trabajan" a tiempo parcial: son los terroristas llamados "legales". Están, finalmente, aquellos terroristas cuyo "compromiso/contrato" es -por así decirlo- temporal y de "obra": son aquellos cuya relación con el grupo es puntual/precaria.

Resulta entonces obvio que el grupo que toma las decisiones cotidianas de gestión dentro de la cooperativa terrorista sólo puede serlo el grupo de los indefinidos a tiempo completo ya que, al dedicarse a ella "full-time" están más capacitados para ello. Los terroristas "legales", por razones obvias de su ocultación y seguridad, sólo muy de tarde en tarde podrán participar en algún tipo de debate acerca de los objetivos o planes del grupo. Los "liberados" son aquellos, además, cuyo bienestar o supervivencia económica está inextricablemente ligado a la viabilidad financiera del grupo terrorista puesto que no disponen de ingresos alternativos, por lo que estarán muy interesados en ella. En suma, que, como la Economía predice, una cooperativa estará gestionada por el grupo de "trabajadores/terroristas" insider o "de dentro", o sea, los liberados, lo que significa que tomará decisiones mirando básicamente en su propio interés, que pasa, como se ha dicho, por garantizar su supervivencia económica: la diferencia entre los ingresos y los costes de la organización. Dada la obvia dificultad de una organización ilegal o terrorista para acceder al mercado de préstamos, una organización terrorista no puede permanecer largos periodos en números rojos; es decir que si sus ingresos en un periodo son menores que sus gastos, es decir, si tiene pérdidas, los "liberados" se verán obligados a actuar de inmediato para enjugarlas pues -fuera del socorro financiero puntual de sus simpatizantes, que difícilmente será muy importante- no puede acceder a financiación ajena para sortear periodos de crisis.

Ahora bien, si suponemos que la organización terrorista puede alcanzar suficiencia financiera, la pregunta inmediata es qué nivel de actividad terrorista se planteará llevar adelante, pues esa viabilidad económica se podrá lograr con diferentes niveles e intensidad de actividad violenta o "lucha". Para las empresas capitalistas, aquellas que son propiedad de los dueños de su capital, la Economía supone y mantiene que, a la hora de decidir cuánto producirán o cuál será su nivel de actividad, se comportan siguiendo el principio de maximización de beneficios. O sea,y dicho en lenguaje común, que producen aquella cantidad del bien o servicio al que se dedican que más le interesa a sus dueños. Pero en una cooperativa de trabajadores la noción misma de beneficio no tiene sentido pues no hay en ella socios capitalistas. A la pregunta de cuál es el nivel de "producto" terrorista que una "cooperativa de terroristas" produciría, la Economía responde de una manera distinta aunque similar: su nivel óptimo de actividad terrorista será aquél que más les convenga a sus dueños, que son en este caso, los "liberados". De manera más formal, puede decirse que el nivel óptimo de actividad terrorista será el nivel que maximice los ingresos netos por "trabajador insider"o liberado en cada periodo de tiempo.

Estos ingresos netos por "liberado" son los ingresos obtenidos gracias a la actividad terrorista menos los costes, tanto fijos como variables, de llevarla adelante, repartidos entre el número total de "liberados" que vive de ellos, que son los trabajadores/terroristas que dirigen la cooperativa terrorista. Los costes fijos serían los costes de establecimiento y mantenimiento de las estructuras organizativas y de seguridad de la organización (santuarios, zulos, escondites, redes de comunicación, y gastos "sociales" de los que se hablará más adelante). Los costes variables son aquellos directamente relacionados con el nivel e intensidad de la actividad terrorista: gastos en información, armas y sobornos, transporte, mantenimiento de los secuestrados, etc.,etc.

La actividad de una "cooperativa" terrorista es, por otro lado y como resulta evidente, muy especial lo que se traduce en que tiene en consecuencia ciertas características económicas específicas o distintivas que conviene acentuar. Dos de ellas serían las siguientes:

1) En primer lugar, hay que destacar que la "cooperativa" terrorista es una empresa multiproducto. En concreto, biproducto, pues todo grupo terrorista "produce" al menos dos tipos de "producto" o realiza dos tipos de actividades violentas. Por un lado, el grupo terrorista realiza un conjunto de actividades sólo y exclusivamente "terrorista", que incluiría asesinatos, secuestros con finalidad distinta de la económica y destrucción de bienes y capital físico. Se trata de actividades terroristas strictu sensu, dirigidas a satisfacer sus "objetivos finales" y/o a publicitar su presencia y capacidad con vistas a obtener ventajas negociadoras o para persuadir a algunos simpatizantes para dar el paso que les lleva a incorporarse a la "cooperativa". El segundo tipo es la actividad terrorista pecuniaria: la dirigida a obtener recursos monetarios. La actividad extorsionadora, los secuestros con exigencia de rescate, el robo, son actividades terroristas fundamentalmente dirigidas a obtener recursos financieros.

2) La existencia de rendimientos decrecientes en la actividad terrorista. Es decir, que la efectividad media de cada terrorista y la del grupo en su conjunto decrece conforme aumenta la cantidad de actos terroristas que llevan adelante. Por un lado, está claro que cada terrorista se "quema" inevitablemente conforme realiza más atentados, pues con el tiempo llega a ser conocido o identificado, lo que lleva a una caída en su "productividad" . Y si esto le pasa a cada terrorista, les pasa a todos en su conjunto, pues la actividad terrorista grupal es el “agregado” de las actividades violentas de cada uno de sus miembros[2].

Adicionalmente, ha de destacarse que conforme la actividad terrorista crece, crece a la vez la actividad contraterrorista, lo que se traduce en que a los "trabajadores"-terroristas les resulta cada vez más difícil hacer su "trabajo", con lo que su "eficiencia" media se resiente. Aquí hay que tener en cuenta además el hecho de que los terroristas en prisión son inactivos, y dado que muchos de ellos no disponen de otros ingresos fuera de los que como "pensión" o "subsidio de desempleo" les pasa la organización, el aumento en su número se traduce en un coste adicional para la "cooperativa". En términos económicos, todo lo anterior se traduce en que los ingresos medios por terrorista caerían conforme el grupo terrorista se hiciese más activo. Y si a esos ingresos medios se les restan los costes fijos y variables medios (incluyendo los gastos "sociales" en pensiones y subsidios por desempleo a los terroristas inactivos por edad o por estar detenidos) para llegar a la cifra de ingresos medios netos por terrorista, cuya maximización es el objetivo que busca el grupo, se sigue que estos caerían conforme crezca la actividad terrorista. (Esto no significa que los ingresos totales del grupo también caigan).

Ello plantea un claro problema económico a la "cooperativa" terrorista pues significa que las condiciones económicas del grupo de "liberados" tienden a hacerse cada vez más precarias. Para hacerle frente una primera vía es decantarse cada vez más por las actividades terroristas pecuniarias, pero tal cosa no se puede llevar más allá de cierto punto so pena de traducirse en una pérdida de legitimación ante su "público" en la medida que cada vez más aparece como lo que es: una "empresa" cuyos objetivos son económicos y no políticos.

Una segunda vía es cambiar su estrategia sustituyendo cantidad de actividad terrorista por calidad de la misma. Dicho de otro modo, una manera de ahorrar y a la vez incrementar sus ingresos consiste para el grupo terrorista en reducir el número de sus actos violentos concentrándose en perpetrar unos pocos pero muy "rentables" económicamente.

Una tercera vía, ligada con la anterior, consistiría en mantener o reducir el número de sus trabajadores "liberados" de modo que el peso de las actividades terroristas recaiga en los terroristas a tiempo parcial y los terroristas temporales y por "obra", quienes al no vivir o cobrar de la organización sólo le suponen a ésta los costes de capital y materia prima (armas, explosivos, material para la construcción de zulos y otro equipamiento, etc.) que suponen su actividad violenta. La consecuencia, sin embargo, de esta sustitución es el deterioro en la eficacia terrorista asociada al uso de estos trabajadores menos cualificados por su menor especialización.

Una cuarta vía pasa por ahorrar en este tipo de costes de capital, lo que sin embargo debilita su capacidad organizativa y de supervivencia ante la actividad contraterrorista. En suma, las condiciones económicas acabarían poniendo en aprietos la supervivencia a largo plazo de los grupos terroristas que, con el tiempo, se ven obligados a reducir su actividad, a marginalizarse y a convertirse en grupos de delincuentes comunes. Por supuesto, tal cosa no sucedería si la debilidad del Estado permite al grupo terrorista suplantarlo en una zona geográfica lo suficientemente importante como para permitirle a la organización terrorista sobrevivir económicamente usando de mecanismos fiscales semejantes a los del Estado, como ha sucedido en cierta medida con las FARC colombianas.





[1]     Escuela de Inteligencia Económica/School of Economic Intelligence (la_sei)
[2]     Si bien esto es cuestionable, pues puede hablarse que la producción de la cooperativa terrorista viene marcada por la efectividad de su mejor “trabajador”. La tecnología de agregación no sería entonces de tipo “suma” sino del tipo “best-shot” o del mejor disparo. En el texto se seguirá suponiendo, sin embargo, como caso general, que la producción de la cooperativa es la suma de actos terroristas que hacen sus miembros.

miércoles, 2 de julio de 2014

CIBERSEGURIDAD: DE LA DEFENSA PASIVA A LA CIBERGUERRA SUCIA ( PARTEII)



*Seguimos en el blog hablando de Ciberseguridad, Fernando Esteve, Profesor de la Facultad de Ciencias Económicas de la UAM, nos aporta la segunda parte de este tema.


Fernando Esteve Mora*             
        
Pero hay que tener en cuenta que el uso de cebos con falsa información puede tener consecuencias no deseadas. Dave Dittrich pone el ejemplo teórico de una compañía que intencionadamente, como sistema de defensa activa, inserta errores en el diseño de un vehículo y lo deja como cebo para un hacker. Pues bien, si ocurriese que ese diseño amañado fuera robado y efectivamente utilizado, y debido a los errores introducidos en el diseño resultase de ello la pérdida de vidas humanas inocentes, está claro que la empresa que hubiese puesto esos falsos datos como defensa activa estaría comportándose de modo negligente e injustificable.

La defensa activa contra los ciberatacantes tiene además el problema de que, como maniobras de invisibilidad, los hackers suelen recurrir al uso de los ordenadores de terceros para lanzar desde ellos sus ataques sin que sus usuarios o propietarios sean siquiera conscientes de su no deseado papel de plataforma. Sería un caso similar de un vehículo que es utilizado para perpetrar un atraco sin que medie consentimiento o conocimiento de su propietario. Obviamente, él no sería responsable del uso delictivo que se hiciese de su propiedad, de igual manera tampoco lo sería el propietario del sistema desde donde -de nuevo sin mediar consentimiento- un hacker lanzase un ciberataque.

Merece la pena explorar un poco más esta situación de defensa activa y plantearse qué ocurre si como consecuencia de la misma la involuntaria plataforma desde donde se lanza el ciberataque sufre daños. Tal situación no es todavía real pues todavía los sistemas defensivos existentes en el cibermundo no ofrecen esa capacidad, pero es imaginable que muy pronto podrán hacerlo. De nuevo, el ejemplo de un atraco en el mundo real puede proporcionar pistas acerca de cómo afrontar la situación. Si como consecuencia de un atraco el vehículo utilizado para llevarlo a cabo resultase destruido o sufriese serios desperfectos, si bien los responsables últimos de los mismos serían los atacantes, el involuntario cómplice propietario del vehículo podría utilizar su seguro para hacer frente al “siniestro” que habría sufrido. Pues bien, si este esquema se trasladase tal cual al mundo virtual, pronto, en el mismo momento en que los sistemas de ciberdefensa activa empezasen a ser efectivos, debería aparecer un mercado de seguros para propietarios de ordenadores o redes para cubrir estas contingencias.

Un paso más allá de la defensa activa es el contraataque. Un contraataque pretende cambiar las tornas y golpear al atacante en sus bases no como consecuencia o respuesta rápida o inmediata a un ataque sino pausadamente, en el momento que el defensor estime más adecuado. Por seguir una vez más con el ejemplo del ataque aéreo, un contraataque es la respuesta por parte del defensor ante un ataque previo que destroza las bases de aprovisionamiento, los depósitos de combustible y munición, las pistas de aterrizaje o las líneas de suministro del atacante. En el ciberespacio, de momento, parece que el único contraataque posible es la persecución legal de los asaltantes cuya efectividad suele ser muy reducida a tenor de la capacidad de los hackers para ocultarse ellos y sus acciones en el mundo virtual así como lo que se traduce en la escasez de las pruebas que se pueden aportar contra ellos.

Un sistema de contraataque más decidido adquiriría o semejaría a lo que se conoce como “guerra sucia”, es decir, al uso por parte de los defensores de las mismas tácticas que usan los atacantes. El primer paso para ello exigiría de un salto cualitativo en la inteligencia digital de modo que esta se dirija no a la detección de vulnerabilidades en los sistemas de defensa o al conocimiento de los últimos tipos de ataque, como es ahora el caso, sino a la identificación de los atacantes y de sus vulnerabilidades mediante el uso de toda la panoplia de estrategias de espionaje como paso previo a la elaboración y ejecución de una estrategia ofensiva que se dirija a afectar negativamente tanto a la capacidad de ataque de sus sistemas como a su personalidad virtual atacando su reputación. Existen ya programas patrulla en los forums on line para buscar información robada e identificar a los vendedores, también ya es posible crear servidores “honey pot” (servidores “tarro de miel”) que recopilan información sobre los intrusos. Y esta posibilidad de una ciberguerra sucia es algo más que una posibilidad teórica. En 2011, Michael Hayden, antiguo director de la CIA y de la NSA, sugirió que el gobierno norteamericano debería permitir la existencia de una “Blackwater digital” que alquilada por las empresas utilizase a mercenarios pagados para que lucharan contra los ciberatacantes con sus mismas armas.

Como en el mundo real, la ciberguerra sucia plantea toda una serie de problemas morales, legales y de efectividad. El tomarse la justicia por su propia mano sitúa a la víctima de un ataque en un plano moral muy cercano al de su atacante y es además ilegal en la medida que supone el espionaje. Hay además expertos que dudan de su eficacia en la medida que avisan de que las empresas que se metan en este tipo de actividades corren el riesgo de desatar un ciclo de represalias de consecuencias legales y económicas impredecibles. Pese a todos estos considerandos, hay que volver a repetir que la situación en el ciberespacio es anómala y no puede entenderse equiparable al mundo real. En el ciberespacio la capacidad de las agencias de protección oficiales para imponer la ley se ven cotidianamente superadas por la cibedelincuencia, por lo que no es nada extraño que surjan o amenacen con surgir formas de autoorganización que busquen satisfacer esa demanda de seguridad que los estados son incapaces de ofrecer. No es la primera vez que ha sucedido eso en el mundo real. Sucedió y sigue sucediendo. En el salvaje Far West donde no llegaban los sheriffs en la persecución de cuatreros y asaltantes de viajeros actuaba la Agencia Pinkerton o las autodefensas locales. En el salvaje ciberespacio de hoy sería raro que no fuese a pasar lo mismo.



Bibliografía


Urbina, Ian (2014, June 21). “Hacker Tactic: Holding Data Hostage”. The New York Times.Sunday Review. http://nyti.ms/Ti3zSN


Schneier, Bruce (2001, April 15). “Natural Advantages of Defense: What Military History Can Teach Network Security. Part 1”. Schneier on Security. Crypto-Gram. https://www.schneier.com/crypto-gram-0104.htm


Schneier, B. (2001).“Defense Options: What Military History Can Teach Network Security, Part 2.” Crypto-Gram. http://www.counterpane.com/crypto-gram-0205.html



* Escuela de Inteligencia Económica/School of Economic Intelligence(la_SEI)